lunes, 6 de septiembre de 2010

El otro me hace aparecer en el mundo
















Yo llego a ser Yo en el Tú; al llegar a ser Yo, digo Tú. Toda vida verdadera es encuentro”.

Martín Buber



Nacemos desde el enredo existencial con los demás, nudos de miradas.

Somos porque somos mirados.

Para que el ser humano crezca, debe abrirse a otros seres diferentes a él.

El hombre percibe su finitud, entre otras cosas, porque depende del encuentro con el otro, con el que no es él. Así, el yo se topa de lleno con su vaciedad, con su falta de contenido. Sin contacto con los otros, con los que se enfrenta y opone, no pasaría de ser una autoimagen vacía. Lo que nosotros hacemos a los otros, y éstos nos hacen a nosotros, eso es lo que somos.

En la peli Naúfrago (2000) Tom Hanks interpretó al empresario de Fedex Chuck Noland que recala en una isla solitaria luego de ser el único sobreviviente de un accidente aéreo. Pero más allá de las divertidas ocurrencias de Chuck en su intento de sobrevivir y de su humorístico mal humor, se presenta el reflejo de una realidad intrínseca del ser humano: el carácter eminentemente social o lo que es lo mismo la necesidad de los otros, enmarcado en un interesante debate entre la realidad y la ilusión, Y es en ese momento en que surge Wilson:

No podía vivir sin que otro lo mire. Se inventó un otro.

Wilson, como concepto, es la representación del deseo de interacción, de la necesidad de comunicación del hombre.

Uno es ante el otro, ante el contacto del otro, ante el roce del otro. Nos pone en evidencia, nos obliga a ser. Siempre pensamos nuestra existencia a través del otro, sobre todo en la mirada del otro.

"El otro me mira... ¿Qué es lo que ve en mí?
Y yo... ¿me reconozco en eso que el otro ve en mí?¿Sabemos quienes somos? ¿Quiénes son los demás?

Parafraseando la canción de Divididos:

¿Que ven cuando me ven? ¿De qué habla mi mirada?

¿Qué escondo cuando me muestro?